Un amigo ingeniero que iba a lanzarse en paracaídas desde un avión fue a comprar uno y preguntó en la tienda especializada por los distintos modelos que tenían para la venta. Le dijeron: “este viene de China y cuesta U$ 100, este otro viene de Italia y cuesta U$ 500 y este otro viene de Alemania y cuesta U$ 3,000.” Ante tal variedad de modelos y precios el ingeniero no supo qué comprar. Su instinto de conservación le dijo que comprara el más caro pues su vida estaba en juego y de seguro los alemanes hacen manufacturas de muy buena calidad. Sin embargo pensó que los italianos también tienen buena manufactura y que la diferencia en precio era muy grande. Luego miró el paracaídas chino y lo vio muy bien hecho y el material se veía robusto. Su precio era el mejor y no lo podía descartar. ¿Quieren saber cuál compró? La respuesta es el apropiado. Mi amigo, como buen ingeniero que era, se llevó el catálogo de cada uno y los estudió en detalle. Averiguó con compañeros de paracaidismo sobre las experiencias que otros habían tenido con cada uno. Leyó bien las especificaciones y las normas que cada uno debía cumplir y los laboratorios independientes que habían hecho pruebas y habían emitido certificaciones. Con frecuencia al comprar cualquier cosa nos inclinamos por lo más barato sin estudiar a fondo lo que estamos comprando. No reparamos en temas como el costo de la propiedad ni en las certificaciones que los productos cumplen. Pensamos que la mayoría de cosas que compramos no tienen más costo que el que pagamos. Sin embargo todo lo que compramos, de una u otra forma nos cuesta un poco más. La solución no es comprar lo más caro o de cierta nacionalidad. La solución es estudiar y pensar en cada cosa que compramos y el impacto que va a tener en nosotros, nuestros compañeros, vecinos y el planeta. Hay que dejar la pereza y hacer lo debido. En el caso de un paracaídas puede costarle la vida. En el caso de otras cosas también.
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